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Lee...!

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Los íconos de Bose - Cristo que viene - estilo ruso - témpera al huevo sobre tabla telada yesada, detalle del libro abierto
...obediencia al leccionario o obediencia al libro son esenciales para una obediencia cotidiana...

Abre la Biblia y lee el texto: no lo escojas aleatoriamente, porque la Palabra de Dios no se mordisca. Obedece al leccionario litúrgico y acepta el pasaje que la iglesia te ofrece, o entonces, lee un libro de la Biblia del principio hasta el final a través de la lectio cursiva. La obediencia al leccionario o al libro son esenciales para una obediencia cotidiana, para una continuidad en la lectio, para no caer en el subjetivismo de la elección del pasaje que es agradable o se considera necesario.

Es muy importante que te mantengas incondicionalmente fiel a este principio. Escoge, por ejemplo, un libro indicado por la tradición de la iglesia para los diversos tiempos litúrgicos o una de las lecturas del leccionario ferial. No multipliques los textos: un pasaje, un trecho, algunos versículos son suficientes!Y si haces la lectio sobre los textos dominicales, recuerda que la primera lectura (Antiguo Testamento) y la tercera lectura (Evangelio) son paralelas y estás invitado a orar con las dos. El leccionario festivo es un gran don, hecho con mucha sabiduría espiritual; el ferial es más discontinuo: si esto te crea dificultad, entonces es mejor que escojas y hagas la lectio continua de un libro. Lee el texto varias veces, no sólo una, y hazlo también en voz alta. Si eres capaz, lee los textos originales en hebreo o griego; si no, escoge una buena traducción y úsala tranquilamente.
Según tus capacidades y formación, usa la versión de los LXX y la Vulgata porque son traducciones santas, veneradas por la Iglesia a través de los tiempos.

Si conoces el pasaje casi de memoria y te sientes tentado a leerlo deprisa, no temas utilizar métodos que te lo impidan: transcribe y copia el texto a mano! Un cierto monje, exégeta de fama internacional y amigo mío, me confidenció que en la lectio divina copia el texto varias veces hasta memorizarlo y luego lo compara con el “está escrito”. Por eso, no leas sólo con los ojos sino que sé muy atento e imprímelo en tu corazón.
Lee también los pasajes paralelos o las llamadas en los márgenes, especialmente si usas la Biblia de Jerusalén o la TOB che son una gran ayuda. Ensancha el mensaje, complétalo, acércale otros trechos relativos al pasaje, porque la Palabra se interpreta a sí misma: «Scriptura sui ipsius interpres» es el gran criterio rabínico y patrístico de la lectio.
Que la lectura sea escucha (audire) y la escucha se convierta en obediencia (oboedire). No tengas prisa: “occorre lectioni vacare”, decían los Padres de la Iglesia porque, de esta manera, la lectura se convierte en escucha. Que la Palabra sea escuchada! En el principio era la Palabra, no el Libro como en el Islam! Es Dios que habla y la lectio es apenas un medio para alcanzar la escucha. «Escucha, Israel!» es el eterno grito de Dios que debe subir del texto hacia ti.

ENZO BIANCHI, Pregare la Parola. Introduzione alla «lectio divina»,
Piero Gribaudi Editore, Torino, 1990, pp. 96-98.